Raducioiu, 30 años después
El mítico delantero rumano reconoce que “estoy orgulloso de formar parte de este club y lo tendré siempre en mi corazón”
No para de sonreír y pone las mismas muecas de sorpresa del niño rubito que fue detrás de cada paso, de cada saludo, de cada bienvenida. Le pueden las emociones y no oculta un expresivo ‘mamma mia’ cuando descubre las interioridades de un RCDE Stadium que no había visitado hasta ahora. Confiesa su deuda de gratitud con el Espanyol -“soy culpable de no venir antes”- y promete que, a partir de la próxima temporada, aparecerá por el estadio con más asiduidad. Es Florin Raducioiu, ídolo blanquiazul, delantero elegante y certero, un futbolista con un talento innato y un carácter, a los veintipocos, difícil de dominar. Posiblemente eso le llevó, desde que debutó en la primera división de Rumanía con sólo 15 años, a probar fortuna en las cinco grandes ligas europeas. 30 años han pasado desde que vistió la camiseta del Espanyol en el mítico Sarrià. 30 años en los que ha seguido en la distancia a los pericos. Hoy, ahora que es un reputado comentarista de la televisión de su país, argumenta que no se arrepiente de su paso por el Espanyol, un club al que le dedicaría un capítulo “lleno de anécdotas y grandes recuerdos” en el libro que, quizás, algún día le dé por escribir.
Explica, totalmente relajado, que cuando tenía 12 años vio los partidos del Mundial-82 por televisión y soñó ser Paolo Rossi y marcar goles en un campeonato del mundo. El destino le tenía guardada una doble sorpresa: fue uno de los delanteros más destacados del Mundial 94, en el que brilló especialmente, y fichó por el Espanyol apenas unas semanas después, lo que le dio la posibilidad de marcar en Sarrià, el estadio que mitificó de niño. Dos fantasías cumplidas en apenas unos días.
Tiene en la memoria aquel viejo estadio, aquel fútbol de los 90, de otras generaciones, pero “aquí estamos en un estadio de Champions League. Estoy muy feliz. Es un sube y baja de emociones que no puedo explicar con mucha coherencia”, dice recorriendo los pasillos del RCDE Stadium.
Se reconoce en alguna fotografía antigua y no puede menos que subrayar que “estoy orgulloso de formar parte de este club. Fue un fichaje muy mediático y para mí fue la oportunidad de vivir en una ciudad fantástica y de saber lo que significa la cultura catalana. Lo tendré siempre en mi alma, en mi corazón”.
Explica, con cierto remordimiento, que “debí haber hecho más por el Espanyol, pero tuve problemas físicos. El Espanyol buscaba una figura que le representara y pensaron en mí. Coincidí con Camacho y me acuerdo muchísimo de su manera de entrenar. Había muy buenos jugadores… Pochettino, Brnovic, Lardín. Me quedo con todos esos grandes recuerdos. Era un fútbol de otra época, pero me parece que fue ayer. Me acuerdo de entrenar en La Chatarra… Ahora estamos en el 2025, pero para mí fue un estadio mítico. Siempre me ha recordado a mi infancia y a los partidos del Mundial. Me acuerdo también de mi primer gol allí, contra el Oviedo, en un partido que ganamos 4-2 y del doblete que hice al Barcelona”.
Rememora, como uno de sus mejores partidos, un enfrentamiento ante el At. Madrid “en el que marqué dos goles. Uno fue el más cómico que he marcado en mi carrera. Fue un buen partido, igual que hice otros buenos contra el Barcelona”.
Sin embargo, de su memoria quiere borrar “un partido en el que un defensa me empuja, caigo mal y me hago una lesión en el codo. No me acuerdo del rival, pero ahí empezaron mis problemas. Fue horroroso. Nunca tuve tanto dolor en mi vida”.
Dentro de unas semanas volverá a Barcelona. Le espera una grabación para la televisión en la que trabaja actualmente. No lo dice, pero el brillo de sus ojos le delata: está ansioso por volver. Ya no tendrá que esperar 30 años más.
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